A un señor se le caen al suelo los anteojos, que  hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha  afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero  descubre con asombro que por milagro no se le han roto. 
Ahora este señor se siente     profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una  advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y  adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a  fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al  agacharse sin mayor inquietud descubre que los     anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender  que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en  realidad el milagro ha ocurrido ahora.
domingo, 20 de febrero de 2011
Julio Cortázar - Historia verídica
16:03
Taro en Maya
FIN



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